…Y entonces ella lo vio. Sí, ella lo vio, este abuelito
entrecano y su perro, persiguiendo una mosca de su propietario y jugando con
ella en la plaza tan soleada como nunca.
“Qué diferencia” – se dijo a sí misma – “uno, tan lleno de vida y otro…tan afligido,
casi muerto en su cuerpo, aunque…”
***
̶ “Cuando te ví”– dijo ella ̶ “sabía
que eres, Antanas”.
̶ “¿Y como?” ̶ se sorprendió y miró a su vieja amiga con los
mismos ojos de una vaquita ̶ “no
hemos hablado por más que cuarenta años”.
̶ “Bueno, sí.
Pero aunque tú ropa no es tan limpia…Y tú pelo, no tan moreno como antes, tus
ojos, Antanas, son los mismos como antes”. El pobrecito estaba intentando de
esconder las machas en sus pantalones que desgraciadamente eran tan sucios que
ni la mejor lavadora sería capaz de arreglar esta situación…
***
Después de tantos años Antanas, este niño, siempre
llorando por las patadas de su padre alcohólico, este joven, vergonzoso por ser
tan diferente de otros, este viejo ermitaño viviendo al borde del bosque estaba
contento con su existencia. Su mejora amiga de infancia, Vera, que regresó al
pueblo solo hace poco tiempo le reconoció casi imediatamente y ahora él no está
solo! Como puede ser que por tantos años Antanas no podía ver que verdes son
los helechos en el camino a su casa, que suaves y llenos de historias son los
troncos de los árboles y el sol, el mismo sol de tantos años se brilla más
fuerte que nunca…No podía creer en sí mismo.
***
Se sentó en la puerta de su casa, abrazó su perro y
frotando su cabeza le dijo:
̶ “Eh, tú y yo,
Rudi” – dijo – “tú y yo, Rudis, somos dos viejos más felices de esta tierra. Recuerdate esta día, porque la vida se cambia por bueno, mi amigo, la vida se
cambia por bueno…”.
Tal vez porque estaba un poco cansado de esta día
llena de alegría o tal vez porque sabía que no podía hacerla más feliz, se tumbó
en el mísmo lugar donde estaba sentado, miró en el cielo y se sonrió. Cerró sus
ojos pensando en que va a despertar en algunos minutos, que va a areglar su
pequeña casa, que tal vez, que por lo menos tal vez va a pensar en invitar a
Vera para admirar los paisajes de la tarde que desde su casa parecía a un
milagro. “Milagro” ̶ pensó Antanas - “un milagro como esa día” y se durmió para
siempre.
***
Puesta del sol.
La última maravillosa puesta del sol en la vida de Antanas repitiendo la frase “la vida...vida…se cambia…cambia…se cambia…”.